Alegre y cordial, entre Rosita, la vaca Holando que produce leche maternizada y Victoria y Libertad, las ovejas clonadas, la presidenta Cristina Kirchner presentó en el pabellón principal de Tecnópolis el Plan Estratégico Agropecuario (PEA) y al mismo tiempo provocó un movimiento sísmico en la producción
Porque empresarios y productores comenzaron el ejercicio de deshojar la margarita y preguntarse: ¿le creo o no le creo?
Por un lado quedaron los que fueron cautivados por el mensaje y el nuevo estilo presidencial. En la noche de Tecnópolis todo fue amigable y festivo.
Alrededor de las mesas, que fueron regadas con buenos vinos durante toda la velada, se sentaron casi todas las cámaras y entidades del sector, aun hasta las cadenas con mercados intervenidos como la del trigo y el maíz. Obtener una asistencia perfecta era una de las claves que se aseguró el Gobierno después de un intenso operativo de confirmaciones.
Los integrantes de la Mesa de Enlace no fueron invitados como para cumplir con eso que dice ''que a los enemigos, ni agua''.
Quizás, como una señal de los tiempos que vendrán, se sentó a la mesa principal al presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario, Cristian Amuchastegui, y a Carlos Trevisi, el presidente de la Agricultores Federados Argentinos (AFA), la mayor cooperativa del país.
Mientras interrumpía su discurso para saludar al cusquito que circulaba por las mesas de los invitados (hay que decir que ya no quedan señales de las crispaciones pasadas), Cristina Kirchner leyó las metas del PEA a 2020: una producción de granos superior a las 160 millones de toneladas, un millón de toneladas para la exportación de carne, valor de exportaciones de 100.000 millones de dólares.
A la enumeración de las cifras, agregó frases que sonaron como música para los oídos de la producción. Dijo que ''la interacción formidable entre las maravillas que Dios otorgó y lo realizado por los productores, además de la ciencia y la tecnología, es la clave de este plan y del desarrollo del país''. Y agregó que ''la Argentina tiene posibilidades de ser líder global en materia agroalimentaria''.
En el otro bando quedaron todos los que después de deshojar la margarita, terminaron por no creer que la presentación del PEA signifique algún cambio de la política agropecuaria que viene ofreciendo el kirchnerismo. Son los que más allá del tono amigable y conciliador del discurso presidencial y de las ambiciosas metas propuestas no pierden de vista que lo que se presentaba en la noche de Tecnópolis era en definitiva un plan. Es decir, importaba conocer el nivel de compromiso, las decisiones y las acciones que asumía el Gobierno para que las metas productivas dejen de ser un declamado para convertirse en una realidad.
En este sentido, el PEA presenta baches que son indisimulables y generan muchas dudas. ¿Es posible que en un período de diez años no se sepa que papel van a jugar las retenciones a las exportaciones en un plan de crecimiento productivo? En cuanto a las trabas a la exportación, la situación empeora y está lejos de mejorar. Mientras que con la teoría la Presidenta seducía en Tecnópolis a parte del auditorio agropecuario, Carlos Pouillier, especialista en mercados de Aacrea, señalaba que ''el Gobierno todavía no abrió el cupo de exportación del maíz de la nueva campaña (2011/12), cuando el año pasado para esta misma fecha ya lo teníamos abierto''.
El dato refleja cómo se puede seguir estropeando una situación que sigue siendo favorable. El saldo exportable de maíz alcanzaría los 20 millones de toneladas en un momento en que los stocks mundiales vienen en baja, con una relación considerada crítica entre el stock y el consumo de maíz en los Estados Unidos.
Probablemente, entre los que se quedaron encantados por el cambio en el discurso de Cristina Kirchner y los que se defraudaron con la falta de medidas del PEA, exista un camino intermedio. Ni todo es blanco, ni todo es negro.
Lo cierto es que hay un plan, que es imprescindible para cualquier empresa, organización y país. Y también es cierto que es un plan incompleto, que lo mejor que le puede pasar ahora es ponerle un cartel que diga: ''En construcción''. Porque lo que importa es alcanzar las metas propuestas y ser capaces de sacarse de encima todo lo que obstaculiza o no sirve.
Que los que no fueron invitados puedan participar y que se escuchen todas las observaciones y reclamos que no fueron escuchados. Que los partidos de la oposición también tengan un lugar de opinión teniendo en cuenta que el plazo del PEA es de diez años.
Y básicamente que quede explicitado un compromiso del Gobierno y del sector privado en el que cada uno ponga su parte. Como para andar juntos y no mezclados.
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