Acaba de publicarse un interesante estudio del Institute de l´Elevage francés que realiza un análisis certero de la situación en la que se desenvuelve el sector productor de leche en España. Aparte de incidir en cuestiones relativas a todo nuestro sistema lechero (el texto tiene 71 folios) y de considerar con precisión y acierto las peculiaridades de la producción en el ámbito regional (incluidas expresamente las CC AA de la España húmeda y en particular Cantabria), hay ciertos aspectos relacionados directamente con la producción y los precios que merece la pena resaltar, en el contexto de la crisis que el sector productor sufre todavía.
Conocida la privilegiada posición de Francia en el conocimiento y la cobertura de las importaciones que España necesita como Estado miembro de la UE que es deficitario, no puede extrañar que este punto tenga un tratamiento importante en el texto y que se señalen claramente los temores sobre el futuro de nuestra producción de leche, subrayando el escaso interés de las Administraciones Central y Autonómicas por una orientación adecuada de la política lechera, que, como sabemos, bien poco se ha beneficiado y beneficia de las ayudas públicas del primero y segundo pilar (excepto para inversiones de modernización) de la PAC en razón a su fuerte especialización e intensificación y a su progresiva desvinculación del territorio.
En estos momentos quizás convenga resaltar dos puntos. El primero, que a la par que la producción se concentra en España, sus sistemas han evolucionado hacia una producción más intensiva y dependiente, sea cual sea la región o las condiciones pedoclimáticas (las de Cantabria, según la Comisión Europea, de las más idóneas para producir leche). Las explotaciones cántabras, en la imposibilidad de aumentar su superficie forrajera, más y más especializadas y queriendo crecer, han optado por intensificar la producción (más carga ganadera y más rendimiento unitario de leche por vaca). Y por ser más dependientes, pues se reduce la autonomía alimentaria de las explotaciones al basar el incremento de producción en las compras de concentrados y forrajes fuera de la explotación para conseguirlo.
Por esta vía, la sensibilidad de la economía de las explotaciones a la relación del precio de la leche al precio del alimento se acrecienta, como se está viendo durante la crisis actual, tanto cuando los precios de las materias primas suben en exceso como cuando los precios de la leche caen mucho.
El segundo, que la concentración de la producción en 23.000 explotaciones, de las que el 23% retienen dos tercios de la cuota española, y que esa producción haya venido descendiendo en los tres últimos años, denotando que la producción española difícilmente se mantendrá en el futuro, es muy inquietante, pues la reestructuración no cesa y la renovación generacional es totalmente insuficiente. No debe sorprender la resistencia del sector al desmantelamiento de los mecanismos de regulación del mercado, como las cuotas, pues prevé el renovado impacto de la competitividad de otros Estados miembros de la UE mejor situados para sacar provecho de la liberalización de la producción de leche que implica la abolición de las cuotas.
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