''Hacia el control mundial''. Este es el objetivo de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), encargada de mejorar la sanidad animal en todo el mundo, para una de las enfermedades animales más contagiosas que causa importantes pérdidas económicas y que en 2001 provocaba importantes estragos en la producción mundial de carne. Pese a no transmitirse a los humanos, la importación de ciertos productos y alimentos procedentes de animales enfermos está prohibida porque se consideran contaminados. El problema está en la posible presencia del virus en estos productos y el riesgo de contaminación a animales sensibles como vacas, ovejas, cabras o cerdos. De ahí la importancia de establecer medidas de control mundial que se centren de forma especial en las zonas fronterizas.
Más de 100 países no se pueden declarar todavía como ''libres de fiebre aftosa'', la primera de las enfermedades que forman parte de la lista A de la OIE, en la que se incluyen las 15 enfermedades transmisibles con mayores efectos sobre la sanidad animal por su alto grado de contagio. De nada sirve que los países apliquen estrictas medidas de detección, control y eliminación del virus de la fiebre aftosa si no vienen respaldadas por una estrategia global que incluya sistemas de detección temprana y alerta y la adopción de medidas de prevención. De no ser así, el riesgo de que la enfermedad sea reintroducida mediante intercambios transfronterizos, o el movimiento de personas, es elevado, lo que justifica el enfoque mundial de esta enfermedad. Esto es lo que han concluido numerosos expertos reunidos durante la Conferencia Mundial sobre la Fiebre Aftosa, organizada por la OIE y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en Paraguay y celebrada del 24 al 26 de junio.
HACIA UN CONTROL GLOBAL
Lejos de la crisis vivida en 2001, cuando la enfermedad ponía en jaque la producción ganadera ovina británica, con más de seis millones de animales sacrificados y con el virus muy cerca de las fronteras con otros países europeos, los trabajos para controlar la fiebre aftosa no deben cesar. El objetivo es marcar las pautas para evitar que se produzcan nuevos brotes de una enfermedad con efecto dominó sobre la seguridad alimentaria debido, en gran parte, por la escasez de proteínas procedentes de la carne y la leche y porque se pone en evidencia la seguridad sanitaria del comercio de animales y de sus productos.
Una de las principales herramientas con las que se cuenta para la erradicación de la enfermedad es la vacunación. Pero para ello su acceso debe ser global y debe ir acompañada del trabajo de los servicios veterinarios, cuya formación debe adecuarse a los nuevos problemas y exigencias en materia de prevención y control de enfermedades, seguridad sanitaria e inocuidad de los alimentos, salud pública y bienestar animal.
En mayo de este mismo año los expertos internacionales en fiebre aftosa acordaron, a raíz de un brote detectado en Irak, la necesidad de aprobar un plan no sólo para erradicar la enfermedad en el país citado sino también para impedir su propagación a otras zonas como Europa y el Norte de África. El objetivo es promover el trabajo conjunto entre las distintas autoridades para combatir la enfermedad en el año 2020.
REPERCUSIONES
La producción animal es la que más sufre las consecuencias de la fiebre aftosa, una enfermedad altamente contagiosa con efectos sobre rumiantes y porcinos, en los que aparecen úlceras en forma de ampollas en lengua y labios, así como en las ubres y entre las pezuñas. Provocada por un aftovirus de la familia ''Picornaviridae'', hay siete cepas y cada una de ellas requiere una vacuna específica. Asia, gran parte de África y Oriente Medio son los países más afectados, aunque los que están considerados como libres de la enfermedad, como Australia, Nueva Zelanda, Indonesia y Europea Occidental, entre otros, tienen el riesgo de sufrir casos esporádicos si no se controlan los movimientos de animales y productos procedentes de animales en las fronteras, según la OIE.
La infección entre animales suele producirse por vía respiratoria u oral, y el virus se difunde con facilidad en vehículos, materiales como piensos, agua o leche, equipos o carne y productos animales, crudos o insuficientemente cocidos utilizados en la alimentación animal. Los animales con síntomas más agudos son los bovinos y porcinos de cría intensiva, en los que aparecen, además de las úlceras comentadas, fiebre, pérdida de apetito y peso, y caída de la producción de leche. Su transmisión a humanos no es habitual y, si lo hace, el cuadro patológico es de poca relevancia.
Según el Código Sanitario para los Animales Terrestres de la OIE, la fiebre aftosa ''no es fácilmente transmisible a las personas'' y sólo se han registrado ''unos pocos casos benignos de infecciones humanas que no han requerido hospitalización'' ya que la infección suele revelarse con síntomas leves como ampollas en las manos y en la boca, fruto del contacto directo con animales enfermos.
FACILITAR LA TRAZABILIDAD ANIMAL
A partir del 31 de diciembre de 2009 la identificación electrónica de ovejas y cabras será obligatoria en la Unión Europea. Esta herramienta es clave para el control de enfermedades como la fiebre aftosa puesto que permite seguir el camino que ha realizado un animal, desde la granja a la mesa. Y es que los países que forman parte de la UE acaban de aprobar una nueva normativa para que el ganadero pueda cumplir con la identificación a través de chips. Con el visto bueno del Comité de la Cadena Alimentaria, las propuestas incluyen aspectos como efectuar la ''lectura'' electrónica del chip en mercados o mataderos, en lugar de las granjas, como se hace ahora.
Fruto de la epidemia de la fiebre aftosa de 2001, los países de la UE decidían en 2003 poner a mano herramientas para incrementar el control de la producción ganadera. Y lo hacían con la identificación electrónica de ovejas y cabras. Con ella, y como todo sistema de trazabilidad, el objetivo es poder seguir el rastro, en caso de que sea necesario, de un animal desde que nace en la granja, pasando por el momento del sacrificio y la posterior venta al consumidor gracias a la implantación de microchips colocados en las orejas de los animales o en el estómago.
Marta Chavarrías
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